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El fútbol sala nace en Uruguay en 1930, tras la euforia de la celebración del primer Campeonato del Mundo del Fútbol que ganó el país anfitrión. A día de hoy, celebrándose la XXI edición del Mundial en Rusia, podemos entender lo que supuso aquello en todo el planeta, y sobre todo en Latinoamérica. Todo el mundo se lanzaba a la calle a practicar el deporte de moda, pero como había tan pocas canchas se jugaba en cualquier lugar; en las calles, en campos de tierra, en terrenos pequeños, daba igual el tamaño o el tipo de superficie, todo el mundo se ponía a jugar a aquello que años después evolucionaría al conocido como fútbol sala.

Me invade la nostalgia al escribir estas líneas y vuelvo a pensar si cualquier tiempo pasado fue mejor. Hoy, que reclamamos un lugar de privilegio para nuestro deporte, el futsal, que ya es capaz de llenar grandes pabellones y cada año subir las audiencias, ese con el que llegamos a quedar campeones de todo, con España y nuestros clubes pero que, sin embargo, nos hace echarnos las manos a la cabeza cuando nos paramos a pensar y sentimos que ya no ‘somos’ los de antes. Parece una incongruencia. ¿Cómo puede ser que en el mejor momento de la corta vida del fútbol sala, cada vez se vean menos regates, uno para uno, o se marquen menos goles?. Deberíamos reflexionar una vez más, volviendo unos pasitos atrás y preguntarnos qué hacemos en nuestras escuelas deportivas, cómo modificamos el reglamento, qué priorizamos en nuestros entrenamientos, qué enseñamos en nuestros cursos de formación y qué exigimos en nuestros clubes de base. ¿Ganar?. El fútbol sala se sostiene desde la base y debemos cuidarla para después disfrutar de los grandes eventos en esos pabellones llenos de público.

Si queremos una sociedad en movimiento, el deporte es una gran herramienta para llevarlo a cabo, debemos volver a salir y ser más activos, serlo de verdad. Yo soy todavía de los románticos que entiende el fútbol sala como bajar a la cancha del barrio con dos porterías rotas que luchan por sostenerse, juntarme con mis amigos y tratar de buscar a otros cinco para jugar un partido a dos toques. Creo que el fútbol sala es más que un deporte, es un modo de expresión, es libertad en la calle, es improvisar, es riesgo, es espectáculo, es técnica individual. El fútbol sala nació en la calle y allí tenemos que regresar, como si de una catarsis se tratara, para no olvidar nunca de dónde venimos, y seguir sentando unas bases lo más sólidas posibles, ahora, que parece que sabemos hacia dónde queremos ir.

Dice Horst Wein que el que tiene el fútbol en la cabeza podrá llevarlo a los pies, pero que el que tiene el fútbol en los pies, difícilmente podrá llevarlo a su cabeza. Me gusta. Creo que los que juegan al fútbol sala lo tienen primero en la cabeza y luego son capaces de trasladarlo a los pies con creatividad, ritmo e ingenio, y que además jugar en la calle puede fomentar y desarrollar precisamente eso, el potencial del niño o niña en esas primeras etapas de manera beneficiosa.

Olvidémonos por un rato de tantas reglas y normas y simplemente fomentemos espacios, en la calle o donde sea, con un claro objetivo: jugar.

Por todo esto y algunas cosas más, conocer a nuestros amigos de los Dragones de Lavapiés en el corazón de Madrid ha sido un regalo, un soplo de aire fresco diferente y una inyección de energía que nos ayuda a seguir caminando meses después. Protagonistas de nuestro número 6 y principales responsables de que Futsal360 esté de vuelta. El número seis simboliza la responsabilidad y la perfección. Significa el proceso evolutivo de la mente cuando ésta empieza a buscar, de forma interior, la razón de ser y nos devuelve a nuestra esencia.

Que la disfrutéis tanto como nosotros.

Director Futsal 360

Andrés Parada